Fe, misericordia y tradición

Nuestra historia

El nacimiento de una devoción

Desde las primeras décadas del siglo XVI, la imagen de Jesús Nazareno recibía culto en la ermita de Santa Catalina junto a la imagen de un Cristo yacente titular de una cofradía denominada del Gran Poder de Dios.

En 1575 la orden dominica fundó convento junto a la citada ermita la cual, con algunas ampliaciones pasó a estar advocada a San Pedro Mártir de Verona.

Quizás por haber venido a menos la hermandad del Gran Poder de Dios, el 14 de marzo de 1599 en el convento dominico, algunos devotos del Nazareno cargado con su cruz fundaron una nueva cofradía tras lograr la aprobación de sus constituciones y eligieron a Juan Fernández de Angulo como hermano mayor. Seguidamente, después de fijar el itinerario, sacaron en procesión su imagen titular el Viernes Santo, 12 de abril del referido año.

Uno de los actos heredados de la cofradía del Gran Poder de Dios por la nuevamente establecida, y que perduró hasta comienzos del siglo XIX fue el del descendimiento de la cruz, seguido del Santo Entierro, al que asistían autoridades y pueblo. Para ello contaba con una imagen de Cristo yacente de brazos articulados. Detrás del Sepulcro, cubiertas con velos de luto solían asistir al ‘entierro’ las viudas.

En 1616 la hermandad adquirió a la comunidad dominica una capilla en la iglesia en el lado de la epístola, la primera a la derecha entrando por la puerta mayor manteniendo este emplazamiento tras la edificación de un nuevo templo, bendecido en 1641.

Entonces, en la procesión, la imagen de Jesús, acompañada por la del Cirineo, era portada por ocho hombres vestidos de negro, cubiertos los rostros con máscaras. Delante, llevando los extremos de una cuerda que amarraba a Jesús, caminaban unos sayones. El cortejo se completaba con los restantes titulares de la cofradía: las imágenes de la Verónica, la Magdalena, San Juan Evangelista y la Virgen dolorosa del Socorro. No faltaba en las procesiones de mañana y tarde la capilla de música de la iglesia parroquial de San Mateo interpretando el cántico del salmo Miserere.

En 1711, previa la adquisición de dos inmuebles en la calle Curados, anexos al crucero de la iglesia dominicana, la cofradía pudo trasladar su capilla desde su antiguo emplazamiento al brazo del crucero del lado de la epístola. lugar acorde con la creciente devoción de los lucentinos hacia la figura del Nazareno.

Construcción de una 

Nueva Capilla

En 1758, el entonces hermano mayor Antonio Rafael de Mora, propuso y logró el acuerdo de la hermandad de edificar una más amplia capilla. Iniciadas las obras, dificultades económicas las detuvieron. Fue entonces cuando dicho prioste ofreció concluirlas a sus expensas, vinculando a la ejecución parte de sus bienes a cambio de ser designado patrono y de otros privilegios. La propuesta fue aceptada con el compromiso de costear la terminación del camarín y de la capilla, según el proyecto, y de dotarla de una puerta de salida al llanete.

Otro logro de dicho hermano mayor fue la elaboración en 1769 por el escultor y retablista local Pedro de Mena Gutiérrez de un sepulcro de madera tallada y sobredorada de estilo rococó para el Cristo yacente. Para esta urna, un lustro después el escultor Miguel Verdiguier talló la imagen actual.

En 1783, con la proyectada capilla aún sin concluir, falleció el hermano mayor, siendo elegido para sucederle al frente de la hermandad su hijo Juan María de Mora Salcedo que, inmediatamente, manifestó no sentirse vinculado a las disposiciones testamentarias paternas respecto a la obra emprendida. Las protestas de los cofrades, que deseaban la conclusión de las obras, condujeron en 1786 a la firma de un pacto por el que el heredero se obligó a sufragar su terminación y la cofradía a sustituir el proyecto original, por otro más económico.

Con José María Valdecañas como nuevo hermano mayor, la inobservancia del acuerdo dio lugar a un pleito entre ambas partes que se prolongó hasta 1797 y que concluyó con la renuncia de la cofradía a los compromisos aceptados por Antonio María de Mora y vinculados a su descendiente a cambio de la aportación de 20.000 reales para concluir las obras, lo que se produjo en junio de 1802.

Años antes, en 1798, el arquitecto local Andrés Cordón construyó el tabernáculo de estilo neoclásico que alberga la imagen de Jesús, elaborado con la piedra conocida como “jaspe de Araceli”.

El litigio entre la hermandad y el heredero de Antonio Rafael de Mora había puesto de manifiesto la ilegalidad en que se hallaba la cofradía por no haber regulado sus constituciones según los decretos de Carlos III, circunstancia que obligó a redactar nuevos estatutos y a solicitar su confirmación por el Consejo de Castilla. Concluidos los trámites, las nuevas reglas fueron aprobadas el 16 de noviembre de 1787 por real despacho firmado por el conde de Campomanes.

La cofradía en la primera mitad del XIX

El pensamiento ilustrado de los obispos cordobeses de finales del siglo XVIII y primeros del XIX, contrario a ciertas manifestaciones religiosas populares motivaron que en 1807 en relación con la cofradía nazarena fueran prohibidos por el prelado Pedro Antonio de Trevilla el pregón de la sentencia y el despedimento —establecido por Antonio Rafael de Mora varias décadas atrás—, así como el sistema de traslado de los pasos procesionales mediante el correón que, aunque se mantuvo en ocasiones, fue prohibido definitivamente en 1839.

Para entonces la imagen de Jesús había sido dotada de nueva cruz de plata y de la túnica, conocida como persa, obra de la bordadora Francisca Gutiérrez Calderón.

La exclaustración de las órdenes religiosas en 1835 hizo temer a la cofradía que el gobierno eliminase como lugar de culto el templo de San Pedro Mártir, por lo que, pese a mantener la comunicación con éste, impulsó la idea de añadir a la capilla un almacén anejo y abrir en él una puerta al llanete, operación que finalizó en 1844.

No tardó el Estado en expropiar los cortos bienes de la cofradía; no obstante, las décadas siguientes registraron el auge de la devoción con notable aumento del número de hermanos.

 
Archivo histórico sobre la fundación de la archicofradía

Hundimiento del templo de San Pedro Mártir.

Años turbulentos: el tránsito del siglo XIX al XX

A mediados del XIX, la iglesia de San Pedro Mártir fue clausurada ante la amenaza de ruina. Antes de que comenzara su reparación, en marzo de 1866 se hundieron las bóvedas del presbiterio y de parte del crucero, arrastrando consigo el retablo mayor de mármoles polícromos, así como el altar y el retablo del lado del evangelio y los del testero inmediato. Ante el temor de que nuevos hundimientos afectasen a la capilla de Jesús, el obispo autorizó el traslado de las imágenes a la iglesia franciscana de la Madre de Dios. Dos años más tarde, una vez conjurado el peligro, la cofradía devolvió sus titulares a su templo.

La precaria situación económica del país y los convulsos acontecimientos políticos que sucedieron al derrocamiento de Isabel II impidieron la reconstrucción proyectada de la vieja iglesia dominica. Sin embargo, la cofradía mantuvo y aumentó su pujanza. Logros de este largo periodo fueron la nueva cruz de plata para la imagen de Jesús elaborada en 1892 por el platero cordobés Francisco Castillo y Costi y la adquisición en 1906 a la Casa Meneses de un nuevo trono de estilo neogótico.

En el tránsito de los siglos XIX y XX, el control que desde el gobierno de la cofradía nazarena podía ejercer sobre la población devota la oligarquía local, gerente de la política lucentina tanto de signo conservador como liberal, dio lugar a la época más turbulenta de la historia de la hermandad, salpicada de accidentados comicios, denuncias de fraudes electorales e incluso disturbios. La situación provocó la intervención del prelado, que apaciguó la alterada vida cofrade y logró que en 1905 ambas facciones llegaran a un compromiso, recuperándose mediante la modificación de los estatutos la estabilidad del órgano gubernativo cofrade. Sin embargo, los intentos de manipulación desde el poder político renacieron en los años previos a la proclamación de la II República, en cuyo periodo, hasta el estallido de la guerra civil, fue prohibida la salida procesional de Nuestro Padre Jesús en los años 1932, 33 y 36.

El levantamiento de una parte del Ejército y el desarrollo de la guerra, con Lucena situada desde los primeros momentos en el bando nacionalista, mantuvo el uso político de la devoción popular a Jesús Nazareno por el poder vigente. Por otra parte, desde el fallecimiento del hermano mayor José de Mora Madroñero en 1932, y debido a la complicada situación política nacional, la junta de gobierno se mantenía con carácter provisional.

 

Suspensión e inmediata erección de la cofradía.
Nuevos estatutos.

La irregular situación gubernativa de la cofradía fue resuelta por el obispo Adolfo Pérez Muñoz mediante la suspensión e inmediata erección y reorganización de la hermandad bajo nuevos estatutos redactados por una junta provisional presidida por Pedro Jiménez Alba. La nueva norma señalaba que el hermano mayor sería designado por el prelado, y la junta de gobierno por una asamblea elegida por insaculación, conformada por el veinte por ciento de los hermanos. Para presidir dicha junta fue elegido Felipe Torres Muñoz, bajo cuyo mandato, en 1944 se celebró el primer besapié a la imagen de Jesús.

En 1953, el prelado fray Albino González, designó hermano mayor a José de Mora Romero que, con la junta de gobierno, previa cesión de la diócesis a la cofradía del solar de la iglesia de San Pedro Mártir, emprendió obras de recuperación del edificio que quedaron inconclusas y que en 1969 sufrieron un hundimiento que destrozó los tronos procesionales de San Juan, la Verónica y la Magdalena allí resguardados. En consecuencia, la procesión matutina del Viernes Santo se vio reducida a sólo las imágenes de Jesús Nazareno y de la Virgen del Socorro.

En 1972 fue designado hermano mayor Juan Palma Garzón, en cuyo mandato los talleres locales de Angulo elaboraron un nuevo trono en metal plateado y dorado, de estilo neobarroco para la imagen de Jesús. También fueron mejorados y renovados enseres y vestimentas de los titulares. Asimismo, en 1973, se logró la cesión de la imagen de una Dolorosa barroca, de notable calidad artística, para sustituir la de la titular, menos afortunada artísticamente.

A mediados de 1975 y durante seis meses, fueron llevadas a cabo importantes obras de mejora en la capilla y en la vivienda del sacristán. Durante su desarrollo la imagen de Jesús fue trasladada a la parroquia de Santo Domingo presidiendo el altar mayor.

Un nuevo proceso electoral de oficiales tuvo lugar en 1978, en tanto que el título de hermano mayor, de designación episcopal, recayó en Francisco Muñoz Gómez. En esta legislatura, fue adquirido un nuevo trono para la imagen de San Juan quedando reincorporada al cortejo procesional del Viernes Santo.

En 1982, tras una modificación de los estatutos, fue recuperada por los cofrades la facultad de elegir hermano mayor, de este modo, en noviembre de 1984, fue confirmado en su cargo el señor Muñoz Gómez.

Años después, la cofradía encomendó a los citados talleres de Angulo la elaboración de los tronos para las imágenes de María Magdalena y de la Verónica, completándose así en 1989 el conjunto procesional del Viernes Santo. También fue ampliada la capilla a costa de un tramo del crucero del solar de San Pedro Mártir.

En 1990, fue elegido hermano mayor José María Cañete Mora. Uno de los primeros acuerdos de su junta consistió en la confección de un manto para la imagen de Nuestra Señora del Socorro, así como la celebración de un pregón en honor de Nuestro Padre, siendo el primer pregonero José Rodríguez de Millán.

En 1993 fue encomendada la restauración de la imagen de Nuestra Señora del Socorro al escultor Luis Álvarez Duarte. Verificada ésta y repuesta al culto, un incendio destruyó la imagen, por lo que l mismo imaginero realizó y entregó una nueva en vísperas de la Semana Santa del año siguiente. No tardó en serle encargadas las tallas de las imágenes de María Magdalena y de la Verónica, que se incorporaron al cortejo procesional en 1996 y 1997 respectivamente, en sustitución de las antiguas, de menor calidad artística.

IV centenario de la fundación de la cofradía.
Restauración de la imagen de Jesús.
Reintegración del templo de San Pedro Mártir.
Los últimos años

En 1999, se celebró el IV centenario de la fundación de la cofradía. Fueron editados un cartel conmemorativo, una serie de diez revistas de difusión gratuita y un libro con los títulos Orígenes de la Semana Santa y sus inicios en Lucena de José Rodríguez de Millán, y La archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, cuatrocientos años de historia, de Francisco López Salamanca. Cultos extraordinarios, conciertos, exposiciones y conferencias jalonaron la efeméride, para la cual fue diseñado un emblema y editada una medalla conmemorativa. También fueron elaborados y aprobados nuevos estatutos.

Transcurrida la legislatura del señor Cañete en cabildo general resultó elegido Gonzalo Beato Cobos. Bajo su mandato en 2004 inició su andadura la revista Jesús. También fueron restaurados los lienzos de pintura que decoran la capilla y fue planteada la reconstrucción de la iglesia de San Pedro Mártir, intención respaldada por el prelado de la diócesis monseñor Asenjo Pelegrina. Otra vieja aspiración llevada a término fue la elaboración por el tallista Manuel Guzmán de un trono de talla sobredorada para procesionar la urna del Santo Entierro, obra estrenada en 2006. Al mismo tiempo los arquitectos Manuel Roldán del Valle y Manuel Roldán Fernández elaboraron el proyecto de reimplantación del templo de San Pedro Mártir. Colocada la primera piedra en noviembre del mismo año, comenzaron las obras con el desescombro, excavación y construcción del amplio sótano del que estaría dotada la iglesia. Siguió la cubrición del primer tramo de ésta hasta el crucero.

Tras una paralización de las obras durante dos años a causa de la crisis económica y ahora con Eduardo Cortés Jiménez en el puesto de hermano mayor, recomenzaron los trabajos. A finales de 2012, tras la recuperación de la fachada principal, completados el cierre y cobertura del templo, se procedió al saneamiento de los muros originales y la edificación de los nuevos. También a la restauración de la espadaña y de las dos portadas del templo.

Al mismo tiempo, autorizada por el diocesano y respaldada por la asamblea general de hermanos, la imagen de Jesús fue depositada en el sevillano Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico para proceder a su restauración. El traslado tuvo lugar en mayo de 2011 y a lo largo de nueve meses se efectuó su consolidación, reparación interna y limpieza de la encarnadura y policromía. En marzo del año siguiente, la imagen fue reintegrada a su capilla.

En abril de 2013 falleció el hermano mayor señor Cortés, por lo que se hizo cargo de la cofradía su vice Gonzalo Beato Cantizani. Respecto a la obra en marcha, a mediados del mismo año quedaron concluidas la sacristía y la vivienda del santero, así como la cúpula semiesférica a base de nervaduras y paños de madera laminada, completándose del mismo modo las bóvedas de la nave central y de los brazos del crucero, así como las cúpulas elípticas que cubren las naves laterales. En la planta sótano se construyó un columbario. Con la colocación de solerías, acristalamientos, plataforma que conecta el sótano con la iglesia y la pintura y electrificación, culminaron las obras.

El rito de la bendición y dedicación del templo tuvo lugar el 14 de marzo de 2014. Asistieron al solemne acto tres obispos y más de treinta sacerdotes e intervinieron los coros Elí Hoshaná, la Schola Cantorum Mater Dei y la sección de cuerda del Conservatorio de Lucena.

El mismo año fue elegido hermano mayor Gonzalo Beato Cantizani bajo cuya legislatura, como su antecesor en el cargo, y sus respectivas juntas de gobierno, debió atenderse la amortización del crédito bancario concedido para la reintegración de la iglesia de San Pedro Mártir mediante la ocupación de columbarios, donativos, limosnas e ingresos obtenidos de la celebración de distintas actividades, a las que siempre respondió con generosidad el pueblo de Lucena.

La gran capacidad del recuperado templo permitió una mayor concurrencia de fieles a los cultos tradicionales y a otros incorporados al calendario nazareno, entre estos la celebración de un triduo a Nuestra Señora del Socorro, su besamanos, el viacrucis con la imagen de Cristo yacente y los de la festividad de San Juan Pablo II, imagen, obra de Francisco Javier López del Espino que se venera en el mismo. Durante este mandato fueron incorporadas al acervo patrimonial nazareno piezas valiosas como la llamada túnica de las rosas, o restauradas otras, entre ellas algunos mantos o el valioso pedestal barroco que sustenta la imagen titular

Cumplido en 2020 el preceptivo sexenio, debido a la paralización social que produjo la pandemia originada por el coronavirus, que impidió tanto el desarrollo normal de los cultos como las procesiones de Semana Santa en 2020 y 2021, el prelado Demetrio Fernández prolongó el mandato de la junta de gobierno. Finalizada la crisis sanitaria fueron convocadas elecciones en las que resultó elegido hermano mayor Juan Torres Tenllado que, además de recoger con su equipo las obligaciones financieras de la cofradía, el empeño en mantener los cultos en el nivel de excelencia recibido y de haber propiciado la restauración de las imágenes del Cristo yacente y de San Juan Evangelista, afronta el año 2024, conmemorativo del 425º aniversario de la fundación de la cofradía, con la propuesta de un denso programa de actividades cuyo desarrollo dio comienzo el 27 de octubre de 2023 con la presentación del cartel, el logo y el programa de actos que está previsto celebrar.

Francisco López Salamanca.

 
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