En un día memorable, celebramos ayer, 27 de octubre, el 425º Aniversario Fundacional de nuestra Venerable Archicofradía, evento que reunió a centenares de lucentinos. Esta jornada histórica, de profundo arraigo, contó con la participación de numerosos representantes eclesiásticos y autoridades civiles. También acudieron las diferentes cofradías locales y un gran número de cofradías nazarenas venidas de toda la provincia, para acompañar al Señor de Lucena en una expresión de devoción y hermandad sin igual.
La celebración comenzó con el Solemne Traslado de Nuestro Padre Jesús Nazareno hasta la Plaza Nueva para la celebración de la Santa Misa Estacional de Acción de Gracias, presidida por el Obispo de la Diócesis de Córdoba, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Demetrio Fernández González y concelebrada por el Arzobispo de Burgos, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Mario Iceta Gavicagogeascoa y el Arzobispo Emérito de Zaragoza, el Excmo. y Rvdmo Sr. D. Manuel Ureña Pastor. A ellos se unían en el Altar, el Ilmo. Sr. D. Jesús María Moriana Elvira, Vicario Episcopal de la Campiña, así como todos los párrocos de Lucena, y todos los sacerdotes lucentinos que quisieron estar presentes en su ciudad en un día tan importante.
Durante la misa, el Obispo dirigió un emotivo mensaje a los asistentes, resaltando la relevancia de la Archicofradía en la historia de Lucena y el papel de Nuestro Padre Jesús Nazareno como símbolo de consuelo y esperanza para muchos. Junto a él, la Plaza Nueva se llenaba de cánticos sagrados de mano de los devotos presentes, junto a las notas musicales interpretadas por la Coral Lucentina, el grupo Camerata Arpegio, Jesús Ruiz García al órgano y Víctor Nájera Sánchez en la dirección.
Finalizada la eucaristía, la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno emprendió la procesión extraordinaria de regreso a la Iglesia de San Pedro Mártir. Más de cuatrocientos devotos se turnaron para llevar en andas al Nazareno, recorriendo las calles de Lucena. Nuestro Padre Jesús Nazareno llenó las calles de Lucena de un profundo manto morado y el inconfundible aroma a incienso. Su solemne y sereno rostro, reflejo de un amor eterno y desbordante esperanza, inspiró a todos aquellos que se acercaron a seguir su cruz, recordándonos que Él, con infinito sacrificio, lleva sobre sus hombros la cruz de todos nosotros.
Culmina así una celebración incomparable por los 425 años en los que Nuestro Padre Jesús Nazareno ha caminado junto a su pueblo, en los momentos de alegría y en las pruebas más difíciles. A Él le debemos nuestro más sincero agradecimiento por ser luz en nuestras vidas, por mostrarnos el camino y por llevar en silencio nuestras cargas y penas, dándonos siempre la fuerza para seguir adelante.
¡VIVA JESÚS POR SIEMPRE!