Foto: Juan Pérez Cañete.
Ntro. Padre Jesús Nazareno. Foto: Joaquín Ferrer
Nuestro Padre Jesús Nazareno
Imagen de madera tallada y policromada, para vestir, que representa iconográficamente al Nazareno con la cruz a cuestas.
De autor anónimo, realizado a mediados del siglo XVI, época de transición del gótico al renacimiento, es probablemente, según estudio efectuado por la historiadora el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, con motivo de su restauración en dicho centro con sede en la Isla de la Cartuja de Sevilla, la imagen de vestir más antigua que procesiona en la semana santa andaluza.
Es de talla completa aunque concebida para ser vestida, por lo que el cuerpo está simplemente esbozado en volúmenes generales, quedando anatomizado sólo cabeza, pies y manos. Los brazos son articulados, presentando el derecho un complejo mecanismo que le posibilita el movimiento para realizar la bendición del Viernes Santo.
Desde el punto de vista morfológico el Nazareno de Lucena presenta unos rasgos de una gran fuerza visual. La cabeza gira hacia la derecha. El rostro es un óvalo facial muy alargado. La amplia frente queda cubierta por una peluca de cabello natural. Las cejas se arquean hacia los pómulos imprimiendo tristeza a la expresión. Los ojos miran hacia abajo, marcados por los párpados carnosos y pronunciados en toda su extensión dejando entrever ver el iris de color marrón. La nariz se corresponde con la proporción del óvalo dividiendo el rostro en dos mitades simétricas que terminan en una barbilla prominente envuelta en una barba bífida interrumpida sólo por la boca cerrada, conformando un aspecto más sereno. El tratamiento de la barba en pequeñas incisiones circulares finaliza en formas redondas.
Los elementos de la pasión son visibles por algunos regueros de sangre en el rostro principalmente en la nariz y algunas gotas a modo de lágrimas. En el labio inferior son también apreciables detalles sangrientos.
El cuerpo es de tamaño algo superior al natural, adelanta la pierna izquierda en disposición de iniciar el paso. El torso se inclina hacia adelante marcando un arco, acentuando con esta postura el peso de la cruz.
La obra en conjunto desprende un gran dramatismo con ecos todavía tardogóticos por la rigidez de las formas y la sobriedad del lenguaje empleado. Algunos autores han visto características similares que lo vinculan con la producción de Jerónimo Quijano (1500-1563) discípulo de Jacobo Florentino.